lunes, 9 de noviembre de 2009

Pensamiento crítico en "Razonando"


Supongamos que usted se encuentra en un cementerio a las dos de la madrugada. Un frío que lo hace tiritar unido a cierto nivel de nerviosismo hacen de la noche un ambiente con características similares a la película de terror más socorrida del verano. Una figura humana vista a lo lejos permanece estática, observándolo. No cabe duda: es un alma en pena que ha sufrido bastante al grado de estar tan amargada que desea asustarlo a niveles cardiacos. El susto y la atmósfera nocturna hacen efecto: usted sale corriendo despavorido. El mes siguiente contará a medio mundo que en aquel lugar espantan: habrá nacido la leyenda que cuenta que el cementerio mencionado alberga espíritus chocarreros que al no tener nada más interesante que hacer, se dedican a espantar incautos.

Esta es la versión que el 99% de las personas aceptarán como real. Sin preguntarse si el asunto fue real o no, aceptarán como cierto aquel escabroso suceso sobrenatural no porque sea realidad, sino porque la explicación fuera de lo común es más atractivo que el hecho de que realmente un viejecito borracho rondaba por los alrededores y es quien usted vio e interpretó como fantasma.

Las personas regularmente no manifiestan un interés por analizar cuidadosamente los supuestos casos paranormales. Esto trae como consecuencia que cosas ínfimas y sin importancia se interpreten con una visión fantástica. Esto acarrea un grave problema: al traer la gente esta visión de “acepta la explicación fantástica porque es la que justifica y nutre tu fe”, esta se vuelve blanco fácil de charlatanes y embaucadores. De ahí la importancia del pensamiento crítico.

Por eso he decidido crear junto con varios amigos y colegas el boletín electrónico “Razonando”, el cual intenta divulgar esta manera de pensar. No aceptar a la primera la explicación paranormal nos permite profundizar mucho en el caso que se estudia al grado de comprender lo que realmente está de fondo. En este sentido, el pensamiento crítico permite un análisis riguroso para acceder a las verdaderas causas que provocan el supuesto fenómeno.

Así pues, Razonando surge como una publicación que difunde información confiable basada en la manera de pensar mencionada. En este primer número podrán leer “Noticias” y “Frases Escépticas” así como “Voces en Divulgación Científica”. El boletín finaliza con una sección de “Humor” que busca robar una sonrisa al lector después de la información brindada.

Así que desde este blog los invito a leer en línea o descargar el boletín Razonando.

sábado, 10 de octubre de 2009

No todo investigador es buen divulgador


Siempre he dicho que la labor de la divulgación científica requiere de un buen entrenamiento. Se requieren ciertas habilidades para comunicar eficientemente la ciencia al público en general. Carecer de alguna de éstas condena a la ciencia a ser vista como una actividad poco interesante que es realizada por un grupo de sujetos aburridos e inadaptados.

En los estudios de cualquier carrera científica, muchos creen que los egresados tienen automáticamente la habilidad para comunicar los conocimientos que poseen a sus futuros alumnos. No obstante, muchos científicos presentan como primer problema que la cátedra suele ser una actividad que no dominan con efectividad. Asimismo, la transmisión de los conocimientos científicos al ciudadano promedio regularmente viene acompañada de cierta monotonía o del uso de un lenguaje tan especializado que las personas terminan sin saber en realidad qué es lo que se dijo.

Uno buen ejemplo de los problemas que tienen los investigadores a la hora de querer divulgar su labor es el libro 7 Problemas de la Astronomía Contemporánea. Uno de los autores, Manuel Peimbert, comete el error de pensar que el público potencial ya domina un buen número de conceptos astronómicos. Entonces su participación se convierte en una charla especializadamente técnica con sus colegas que termina por aburrir al lector no avezado en la materia.

El estilo de Julieta Fierro provee otro buen ejemplo. La Dra. Fierro maneja bastante bien la divulgación científica en radio y televisión. Quizás su problema es en la divulgación escrita. Hay casos en los que muchos de sus libros están escritos con un lenguaje accesible para el lector, mas el problema en ocasiones es que el estilo y la temática de éstos refleja una necesidad por perfeccionar la manera en la que se escriben y transmiten los conocimientos científicos (Julieta presenta el “Síndrome del Investigador que ya no investigó”, en donde se dedica tanto tiempo a divulgar la ciencia que se descuida la investigación hasta el momento en que la primera resulta ser la única gran opción para seguir trabajando. Carl Sagan, Isaac Asimov y Richard Dawkins son ejemplo de lo anterior).

Uno de los problemas más grandes es que existe la creencia generalizada de que cualquier investigador será obligatoriamente un buen divulgador. Esto no es cierto más que en contadas ocasiones. Si uno lee a un divulgador científico profesional, nos podremos dar cuenta que hay un correcto manejo del lenguaje acompañado de amenidad; se transmite el conocimiento sin necesidad de escupir al lector todo el lenguaje especializado que se posee; se mezclan conceptos de otras ciencias y humanidades que permiten complementar los textos de divulgación científica. La mayoría de los investigadores no siguen estas simples reglas. El investigador lo que hace en muchas ocasiones es hablar de su tema con mediana o cargada especialización (aunque no hay que generalizar, ya que hay muchos y variados casos de científicos que tanto divulgan medianamente bien hasta los que de plano no tienen la menor idea de cómo hacerlo).

Los problemas que acarrea la mencionada generalización tiene un fuerte impacto en la divulgación científica nacional. En la colección de La Ciencia para todos, se exige a quienes escriben que sean parte del Sistema Nacional de Investigadores para tener el espacio editorial para escribir sobre ciencia. Esto acarrea un pequeño gran problema: los divulgadores científicos profesionales, quienes tienen verdaderamente la experiencia para escribir sobre diversas ciencias (y que en su gran mayoría divulgan muchísimo mejor éstas), pierden un gran espacio para expresar sus habilidades. Esto trae como consecuencia que pese a pocas excepciones, la colección mencionada mantenga un grado alto de lenguaje científico especializado contado con tan poca habilidad que esto simplemente condena a la gran mayoría de la colección a ser tachada de libros técnicos muy aburridos.

Es menester replantear quiénes deben tener la gran mayoría de espacios para divulgar de una manera eficaz la ciencia. Se requiere dar un pequeño curso básico sobre comunicación de la ciencia a todo investigador para que esta actividad mejore sustancialmente. Empezar a tomar realmente en cuenta la divulgación científica y a los divulgadores puede ser el primer paso para que esta labor adquiera un papel más importante y que los investigadores tengan la oportunidad de convertir sus monótonos y sobrecargados libros en mejores obras para que lleguen cada vez a un número mayor de ciudadanos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Cómo no divulgar la ciencia: el caso de Rodolfo Garrido.


La labor dentro de la divulgación de la ciencia requiere un buen entrenamiento. Es necesario conocer al menos una disciplina científica con la suficiente profundidad. El dominio básico de algunas de las técnicas periodísticas (prensa escrita, por ejemplo) es indispensable para poder comunicar al público de una manera efectiva el quehacer científico. Estos son al menos algunos de los requisitos básicos para poder aspirar a ser un buen comunicador.

En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) existe un diplomado en divulgación de la ciencia que ha tenido mucho éxito. Nunca lo he cursado, pero seguramente enseñen que un futuro divulgador científico debe leer las fuentes originales en cuanto a información científica se refiere (leer directamente los artículos originales publicados en las revistas especializadas). Otra de las cosas que seguramente han de enseñar es que un divulgador debe entender las limitaciones de la disciplina que comunica a su público, así como saber distinguir los conceptos científicos de los que no lo son.

Me han contado que en el diplomado se leen textos de divulgadores científicos famosos para conocer la manera adecuada para comunicar al público la ciencia. Asimismo, se consideran textos en los cuales se comunica de una manera pobre o poco adecuada la labor científica para que los futuros divulgadores sepan cómo no divulgarla. Con respecto a lo anterior, una posible recomendación para los encargados de dicho diplomado sería revisar los textos y espacios radiofónicos en que participa el ingeniero Rodolfo Garrido.

Garrido mantiene un programa radiofónico titulado Fronteras del Conocimiento. En este espacio su conductor ofrece al público las últimas noticias científicas referentes a las más variadas disciplinas (Biología, Química, Física, Astronomía, etc.). A su vez se ofrecen entrevistas con científicos sobre algún tema en particular. Hasta aquí todo parecería ser miel sobre hojuelas.

Uno de los principales problemas es que Garrido no consulta las fuentes originales (los artículos científicos originales conocidos como papers), sino que accede directamente a las notas periodísticas resumidas por vaya a saber qué periodista. Si quien escribió la nota entendió mal el artículo original, el ingeniero y conductor del mencionado programa divulgará directamente la información con los errores de la fuente secundaria. Otro de los problemas es que para divulgar, por ejemplo, los últimos avances en Biología, el conductor no posee las credenciales necesarias: eso de intentar divulgar absolutamente toda la ciencia trae irremediablemente el problema de dar a conocer al público información parcialmente errónea debido a la falta de comprensión de quien divulga. En ese sentido, Garrido falla como divulgador: no intenta dar a conocer al público cómo funciona la ciencia o informar a su auditorio que hay muchas ideas pseudocientíficas que son un verdadero peligro.

El último punto anterior se explica bien: el señor Garrido trabaja para Jaime Maussán. La gente de ciencias considera abiertamente que este último señor trabaja con información pseudocientífica. Si realmente deseara convencer a la comunidad científica, sus trabajos deberían ofrecerse a revistas científicas especializadas para su revisión, discusión y aceptación o rechazo. Esto no ocurre. Las supuestas evidencias de visitas extraterrestres se transmiten en espacios televisivos comerciales que desean obtener mucho raiting. Así no podemos aceptar nada: los casos presentados de OVNIs se ven muy sospechosos y generan todo tipo de dudas. Bien sabe el ingeniero que si denunciara a los traficantes de la información pseudocientífica tendría que denunciar al propio Maussán.

En el programa de Los Grandes Misterios del Tercer Milenio, Garrido regularmente presenta reportajes sobre ciencia. El formato en el que éstos se presentan también deja mucho que desear. Hablar sobre astronomía requiere que un divulgador brinde la información de una manera breve y substanciosa, con palabras sencillas sin revolver la información. El error de Garrido es hablar sobre ciencia intentando utilizar un lenguaje maquillado que pretende ser poético sin conseguirlo. Aunado a este error, mezclar conceptos científicos con temas pseudocientíficos como las Profecías Mayas termina con toda esperanza de obtener un buen reportaje de corte científico.

Divulgar la ciencia requiere de talento y algo de maña. No tener las nociones precisas para llevar a cabo tan loable labor condena a la ciencia y al propio divulgador a una pobre o nula comprensión de la información por parte del público no especializado.

miércoles, 29 de julio de 2009

¿Va en serio?


Existe en canal 34 de Televisión Mexiquense un programa que se anuncia como un espacio para la entrevista y el debate conducido por Carlos Ramos Padilla. Va en Serio, que es como se titula este espacio televisivo, presenta en cada transmisión algún especialista para hablar sobre temas políticos, económicos, sociales, así como cualquier tópico que pueda desencadenar la anécdota interesante o el debate ardiente. Siendo una persona versada en ciencia, mi crítica viene directamente al escaso respeto que se le ha dado a esta actividad humana y al público en general por parte de este espacio.

Hace algunos programas, el señor Ramos ofrecía a su público una entrevista con arqueólogos teniendo como objetivo hablar sobre las zonas arqueológicas en México. El espacio de discusión prometía mucho. Los últimos descubrimientos en cuanto a los restos de culturas precolombinas deberían haber fascinado al público nocturno que esperaba disfrutar de un espacio cultural digno de toda persona. Sin embargo, el debate se arruinó por completo: el conductor sólo insistió en el origen extraterrestre de las mencionadas ruinas construidas hace cientos de años sin darle una buena oportunidad a los especialistas para contarle al público sobre la labor diaria que realizan.

En otra emisión del programa, el mismo conductor anunciaba una emisión para hablar sobre el tema de la vida extraterrestre. Sus invitados: la astrobióloga Antígona Segura Peralta, investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM y Max Schiaffino: un joven entusiasta que no era ni científico ni especialista en el tema. El posible debate (que fue inexistente), prometía mucho. Hablar sobre las últimas investigaciones científicas en torno a la búsqueda de vida en otros mundos se venía venir como el tema de la noche. El problema surgió cuando el conductor no paró de mencionar argumentos estrictamente pseudocientíficos en torno a que los seres humanos somos visitados por seres extraterrestres y otros asuntos relacionados. La mencionada científica se llevó un gran coraje de su vida al ver que el aspecto científico había sido sustituido por la parafernalia esotérica.

El problema con el mencionado programa es que su conductor deja mucho que desear en cuanto a su labor como periodista. Más allá de ser un presentador imparcial, Carlos Ramos Padilla aparece como un fanático que lo único que desea es justificar su fe invitando de vez en cuando a personas que manejan temas de corte sobrenatural. Es una verdadera lástima que espacios como este, que bien podrían convertirse en una de las transmisiones de mejor calidad en la televisión mexicana en cuanto a barra de opinión se refiere, es simplemente el espacio en el que un creyente manifiesta abiertamente la imposición al público de sus creencias.

El ejemplo anterior ilustra los peligros de la incultura científica. Un televidente que no sepa distinguir entre los conocimientos científicos y las ideas que tratan de aparentar ser ciencia cuando en realidad no lo son, puede ser víctima de todo tipo de abusos por parte de charlatanes. De ahí la necesidad de espacios para la divulgación científica.

Realicemos el siguiente experimento. Les haré dos afirmaciones: 1) Se ha descubierto que las pirámides fueron construidas por seres extraterrestres. 2) Se han descubierto nuevas cámaras ocultas en las pirámides gracias al uso de partículas subatómicas. ¿Cuál afirmación es científica y cuál no lo es?

Si usted mencionó la segunda opción, lo felicito. Hay estudios actuales usando partículas subatómicas para descubrir cámaras ocultas dentro de las pirámides de Teotihuacan. Esto es ciencia realizada por investigadores del Instituto de Física de la UNAM. En cambio, no hay evidencia sustentable que nos haga pensar que seres extraterrestres construyeron las antiguas zonas arqueológicas. El ser humano siempre ha sido capaz de ingeniárselas para realizar todo tipo de construcciones. Si seres inteligentes provenientes de otros planetas hubiesen realmente visitado a nuestros antepasados, una fuerte evidencia de ello sería la conservación de algún instrumento tecnológico muy avanzado para aquella época o el hallazgo de algún cuerpo con características que nos hicieran pensar que no es de este mundo.

No hay evidencia sustentable que nos indique que seres extraterrestres anclados en naves interplanetarias con forma de platillo volante visiten actualmente nuestro planeta. Si realmente esto sucediera, la comunidad científica no se mostraría reacia ante los dudosos vídeos o los tramposos testimonios de gente que desea su minuto de fama en la televisión. La evidencia contundente vendría a ser el hecho de poder tener enfrente de nosotros a la nave extraterrestre y a sus tripulantes. Sin embargo, esto nunca ha ocurrido.

A diferencia de lo anterior, existe mucho investigación alrededor de la posibilidad de vida en otros planetas. Los científicos buscan señales de vida extraterrestre a través de la detección de elementos y compuestos químicos (oxígeno, metano, agua, etc.) que pudiera delatar la presencia de esta en los llamados planetas extrasolares (planetas que giran alrededor de otras estrellas). La búsqueda de indicios de vida pasada o presente en el planeta Marte mediante los robots de exploración enviados a aquel mundo puede darnos la sorpresa de nuestras vidas. Asimismo, los astrónomos, a través de una red de radiotelescopios, buscan posibles señales de civilizaciones fuera de nuestro planeta.

No hay manera más sencilla de refutar los conceptos pseudocientíficos más que divulgando la verdadera ciencia. Esta es una actividad que proporciona conocimiento confiable acerca del Universo en el que vivimos. Aunque conductores como Carlos Ramos sigan cerrándose ante este hecho y prefieran la fe ciega, la ciencia es la herramienta más efectiva que tenemos los seres humanos para arrebatarle a la naturaleza sus secretos. Créanme, va en serio.

jueves, 28 de mayo de 2009

Una dichosísima palabra


Ya lleva seis años el programa televisivo conocido como La Dichosa Palabra. Su éxito se debe en parte a la gran cultura de sus cinco especialistas así como al humor tan inteligente y agradable que tanto los caracteriza. Podríamos decir en pocas palabras que nos encontramos frente a uno de los programas culturales más exitosos de toda la historia de la televisión pública.

Cada sábado uno puede encender la televisión y encontrar un espacio que se destaca por la festividad del lenguaje. Nicolás Alvarado, Pablo Boullosa, Germán Ortega, Laura García y Eduardo Casar, sus cinco conductores, hacen gala de sus vastos conocimientos. Nicolás se destaca por su gran cultura general, sus conocimientos sobre cine, televisión, así como todo tipo de Literatura que se le ponga enfrente (entre otras curiosidades, su enorme facilidad de palabra permite que su figura resalte poderosamente); Pablo es un hombre culto por naturaleza, un hombre interesado entre otras cosas por la buena poesía; Germán hace gala de sus conocimientos etimológicos y su dominio de la historia comparada de las religiones (que hasta donde sé, es también el título de una materia que imparte en la UNAM); Laura, cuya belleza acapara la atención de cualquiera, sabe explicar aspectos gramaticales del español; y finalmente, Eduardo, el humorista del grupo, apasiona al público con sus conocimientos sobre letras hispánicas (me comentan que da clases en la licenciatura del mismo nombre en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM).

Para muchos (no me incluyo) no todo es miel sobre hojuelas. Para algunas personas el programa mantiene un ritmo por demás catatónico. Los chistes que se cuentan resultan de una sencillez por demás simplona y a pesar de los esfuerzos de sus conductores, se mantiene un lenguaje por momentos demasiado local y especializado para el telespectador no ilustrado o inmerso en el mundo de las letras.

Dice Álvaro Cueva (y en eso concuerdo totalmente) que el programa tiene varias fallas en cuanto a producción. Debería haber una mejor coordinación entre conductores y productor para que no se quebrante por momentos el ritmo que se lleva.

Algunos televidentes comentan que de vez en cuando la información que se brinda es un tanto parcial. Por dar un ejemplo, se dice que en alguna de las innumerables emisiones se hablaba sobre el supuesto misterio de la Virgen de Guadalupe y que sólo se mencionó la versión que todos los creyentes querían escuchar y la versión alternativa que trata sobre la fabricación de una imagen religiosa para someter a los indígenas en los inicios del México colonial jamás se sugirió ni de broma.

Continuando con la crítica, me parece que cuando se pregunta a los conductores sobre algún tema científico, a pesar del esfuerzo que éstos realizan, el tema tratado termina siendo aún más confuso de lo que era antes. Un ejemplo de esto es cuando un televidente preguntó sobre el significado de la palabra supernova.

Aún así, dejemos de lado estos detalles que pueden corregirse con más esfuerzo por parte de todo el equipo que forma parte del programa. Disfrutemos de un espacio televisivo que invita al público a la discusión, al comentario, pero sobre todo, a la lectura: un tema que hace falta cultivar en todos los mexicanos.

jueves, 26 de marzo de 2009

Edmond Hamilton y la Evolución


Para el año de 1859, Charles Darwin publicaba un libro con evidencia abrumadora a favor de los cambios que sufrían las especies a través del tiempo. EL ORIGEN DE LAS ESPECIES vendría a cambiar la visión de los biólogos (previamente llamados naturalistas) sobre los procesos de adaptación y de especiación de toda la biodiversidad que habita este planeta.

Hoy en día la evidencia varía desde los argumentos biogeográficos hasta los paleontológicos. Los procesos y patrones evolutivos son un tanto azarosos y dependientes de toda una serie de factores ambientales y genéticos. Hay que resaltar que la evolución no lleva un camino predeterminado y por más que evolucionistas ocurrentes especulen sobre el futuro de las especies, no conocemos todos los posibles caminos que éstas puedan tomar.

Para la década de 1930, Edmond Hamilton, autor consagrado de ciencia-ficción que firmó sus mejores trabajos antes de la Edad de Oro, escribió tres cuentos en especial con una visión un tanto tendenciosa amparada en una interpretación estrictamente personal sobre lo que era la evolución. Uno de los errores de Hamilton fue sugerir que los caminos evolutivos ya poseían en sí un camino escrito y que los organismos (incluido el hombre) tendían hacia la perfección.

En el cuento EL HOMBRE QUE EVOLUCIONÓ, un científico descubre que la radiación cósmica es la causante de los cambios evolutivos del ser humano. Luce a la vista una idea interesante y desquiciada: ¿porqué no concentrar esa radiación hasta obtener el último estadio evolutivo del Homo sapiens? El experimento funciona, aunque una nueva dosis de radiación muestra la terrible verdad: la evolución es circular y cuando el hombre esté en su último estadio evolutivo, al paso del tiempo se convertirá en una masa gelatinosa irregular que derivará nuevamente en las primeras formas de vida. El autor estima que el único factor que produce el cambio en las especies son los rayos cósmicos y que estos cambios tienen una senda previamente establecida. Como comenta Isaac Asimov en la mal llamada antología LA EDAD DE ORO DE LA CIENCIA-FICCIÓN I, esta radiación que llega a la Tierra solamente es un pequeño factor que puede originar algunas mutaciones. El papel de la Selección Natural y de otras fuerzas evolutivas como la migración de los organismos o la endogamia nunca se toma en cuenta.

Si leemos con calma LA GALAXIA MALDITA, nos enteraremos que la vida no surgió por evolución química y molecular, sino por la necedad de una especie de ser de luz. Hasta hoy se sabe que a partir de la combinación de ciertos compuestos químicos simples (vapor de agua, metano, amoníaco, hidrógeno, etc.) se producen compuestos orgánicos complejos incluyendo algunos aminoácidos a partir de reacciones químicas generadas con descargas eléctricas que simulan el papel de la luz ultravioleta. Quizás a partir de aquí surgieron los elementos necesarios para la aparición de los primeros seres vivos sin la acción, necesidad o descuido de algún ente místico o extraterrestre.

Y finalmente, en INVOLUCIÓN, un ser similar a un paramecio gigante visita nuestro planeta. El humano que se encontraba justamente en el lugar y momento adecuados se entera de que el surgimiento de los seres vivos que habitan la Tierra se deriva de una evolución inversa de esa raza de paramecios. Una vez que éstos llegaron a este planeta, degeneraron en seres simples y primitivos: ¡nosotros! Nuevamente vemos que Hamilton pensaba que la evolución tendía a una perfección preestablecida y que la opción contraria consistía en una degeneración de las especies cuando resulta que para aquella época estas ideas decimonónicas ya se habían superado.

El mayor error de Edmond Hamilton fue no leer adecuadamente las teorías evolutivas. Sin embargo, eso no quita que los cuentos mencionados se lean de un tirón y con un gusto más que placentero.
Publicado originalmente en El Sitio de Ciencia-ficción.

viernes, 13 de marzo de 2009

Wall-e y «La ley del uso y desuso»


Imagine usted, estimado lector, que día con día nutre su cuerpo con largos periodos de ejercicio en el gimnasio que queda a la vuelta de su casa. Conforme transcurren los años (y unos cuantos litros de esteroides) desarrollará un cuerpo más que escultural. Posteriormente, y como reza aquella frase de matrimonio y mortaja del cielo baja, se casa con la mujer de su vida y tiene muchos hijos (por el momento no nos peleemos con la planificación familiar) Se da cuenta que como van creciendo sus retoños, éstos presentan en sus cuerpos una musculatura muy similar a la que usted ha desarrollado con gran esfuerzo. Las generaciones pasan y tiene la oportunidad de ver a sus nietos y bisnietos crecer y desarrollar sin mayor cansancio una complexión más que envidiada por todo físicoculturista: lo que ha conseguido es heredar caracteres adquiridos a su descendencia.

Esto realmente ocurriría si la Herencia de los caracteres adquiridos, propuesta por Jean Baptiste Lamarck hace alrededor de dos siglos, fuera un hecho contundente. Lamarck pregonaba que en todos los seres vivos había una especie de fluido nervioso que permitía alcanzar características en función de las necesidades más elementales. El ejemplo clásico que ilustra perfectamente estas ideas era la explicación para el crecimiento del cuello en las jirafas. Originalmente estos mamíferos poseían un cuello corto, pero a falta de alimento y a sabiendas de que las exquisitas hojas se encontraban a una gran altura, el fluido nervioso les habría permitido desarrollar cuellos más largos y heredar esta nueva característica a sus descendientes.

El asunto inclusive podía ser llevado a sus últimas consecuencias: si los organismos utilizaban ciertos caracteres (es decir, las características morfológicas tales como las patas, las mandíbulas, la vista, etc.) en demasía, con el paso de las generaciones éstos se desarrollarían cada vez mejor; pero en cambio, si algunos de éstos ya no se utilizaran, con el paso de las generaciones empezarían a atrofiarse hasta desaparecer casi por completo. A esto se le llegó a conocer como la Ley del uso y desuso.

Hoy en día, a pesar de que algunos desean retomar estas especulaciones decimonónicas, la evidencia indica que ese fluido nervioso y esos cambios por uso o desuso no ocurren en la naturaleza. Por eso resulta más que curioso que en la última obra maestra de Pixar, WALL-E, la idea se haya planteado sin ningún cuidado.

Cuando Wall-e y Eva llegan a las colonias humanas en el espacio, el espectador puede apreciar la total dependencia y deshumanización de los humanos al permitir que las máquinas les hagan todo. Han transcurrido varios siglos y los hombres se han convertido en una suerte de seres gordinflones que no realizan actividad física alguna. Pero lo más curioso aparece cuando vemos que a partir de la falta de uso de brazos y piernas éstos se han ido reduciendo de tamaño y han perdido funcionalidad; una situación que bien no podría ocurrir en la vida real. Lo que sí resulta más que creíble es el sobrepeso producto de la total inactividad que, frente a la falta de medidas preventivas, podría disminuir el promedio de vida del ser humano especialmente por enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial y los infartos al miocardio.

Antes de que algún cinéfilo chileno proteste, he de aclarar que estos detalles no polarizan de ninguna manera la maestría del filme. Disfrutemos la peli por su calidad y profundidad, por la gran historia de amor y por la cada vez mejor animación de los creadores de Pixar que sigue haciéndome dudar si esta empresa debería permanecer al lado de Disney.
Publicado originalmente en El Sitio de Ciencia-ficción.

jueves, 26 de febrero de 2009

Fuerza Vital Cósmica


Imagine usted, estimado lector, que fuera un científico que tiene un doctorado, digamos, en ciencias biológicas. Esperaré un segundo. Listo, ahora que se ha concentrado, usted tiene su laboratorio en algún instituto de investigación de gran prestigio. Ahora bien, usted es considerado una autoridad mundial en el estudio de la química prebiótica y muchos de sus trabajos en revistas especializadas son un referente obligatorio. Su campo de acción se concentra en una actividad bastante extraña para los mismos científicos: la búsqueda de técnicas y experimentos que le permitan sintetizar vida; sí, así como lo escucha. Un día, usted descubre que ciertas condiciones prebióticas le han permitido crear la primera bacteria. Esto será una noticia de mucho interés. Usted defiende a capa y espada sus técnicas y metodologías y asegura que si los científicos crean ciertas condiciones prebióticas, conseguirán sintetizar vida microbiana sin ninguna dificultad. A continuación, diferentes grupos de investigadores a lo largo y ancho del mundo se disponen a reproducir su experimento y descubren algo bastante decepcionante: las condiciones señaladas no aportan mas que una serie de moléculas orgánicas y nula actividad microbiana. ¿Qué sucedió? Quizá el experimento original estuvo mal diseñado: un grupo de bacterias se filtró contaminando su material de laboratorio.

¿Qué podemos aprender de este caso ficticio? Pues en primer lugar, que el principio de autoridad de los científicos no debe ser el factor determinante para demostrar algo; y en segundo lugar, que la ciencia es una actividad colectiva y si alguien debe convencerse, es la comunidad científica y no un solo investigador por más títulos tenga. La ciencia exige comprobación y experimentación para funcionar y no los deseos y predisposiciones más profundas inherentes en el ser humano.

Una de las razones por las que la parapsicología, la ufología, la astrología, la homeopatía y una pléyade más de pseudociencias no tienen el respaldo de la comunidad científica, es precisamente por la carencia de evidencia sólida que confirme su validez. Muchos de los sujetos que hablan de platillos volantes, de fantasmas o de continentes perdidos, muestran sus supuestas pruebas en programas de variedades y no en congresos científicos. Si están tan seguros de lo que afirman, ¿por qué nunca se presentan ante la comunidad científica para exponer sus supuestas investigaciones? Pero su éxito sigue en aumento: mucha de la gente que les cree, realmente no tiene una cultura científica adecuada ni mucho menos un pensamiento metódico y escéptico rígido que les permitiera analizar con detalle las afirmaciones y los supuestos casos presentados.

Dentro del mundo de la ciencia, uno no se esperaría que sucedieran casos como éstos, mas la realidad es otra. Hay fraudes científicos bien estructurados que salen a la luz, mas cuando científicos de otros rincones del planeta reproducen los experimentos, el fraude aparece casi al instante. Sin embargo, en la ciencia también existen personas muy capacitadas y con una gran trayectoria que pueden apoyar las tesis más extravagantes; este es el caso con este libro y sus dos autores.

La propuesta central de este texto es simple: la vida abunda en todo el Universo; en especial, la vida microbiana. Las nebulosas, el polvo interestelar, los asteroides y meteoritos, son una cuna de millones y millones de bacterias y virus que pululan fácilmente en todo el vacío cósmico. Esta es en sí la visión de los autores, una visión que apoyan a lo largo de su libro en ciertas investigaciones que han realizado junto con otros colegas. Su objetivo es claro: convencer al público en general que día con día caen a la Tierra cientos y cientos de microorganismos y demostrar que sus pruebas son irrefutables, tachando (creo yo) al resto de la comunidad científica como necia y cerrada.

Lo que pretendo en este texto es ofrecer a los lectores una crítica a las principales pruebas que ofrecen los autores. No soy científico aún, sino un simple estudiante de ciencias que basándose en sus conocimientos, opina que las tesis de Hoyle y Wickramasinghe en este texto son tendenciosas en inclusive un tanto tramposas.

Lo primero que llama mi atención es que las referencias (a partir de la página 141) son en su mayor parte referencias a libros y artículos de Fred Hoyle haciendo referencia a cuestiones como el origen de los virus en el espacio. Asimismo, en la introducción, los autores señalan que gran parte de la comunidad científica se les había echado encima por sus afirmaciones un tanto fantasiosas, llegando al grado de aplicarles el argumento de la famosa Navaja de Ockham.

La primera propuesta en este librito es que toda muestra de polvo interestelar, tal y como entiendo a los autores, es indiscutiblemente una muestra de bacterias y virus. Este mismo polvo se presenta en todo el Universo. Asimismo, estos microorganismos disfrazados de polvo, llegan a nuestro planeta día con día, atravesando sin ninguna dificultad nuestra atmósfera; la fricción generada por esta masa de aire que rodea nuestro planeta cuando estos bichos entran tal parece que no causa ningún daño a éstos.

Ahora bien, hasta donde sé, no hay la más mínima prueba que confirme que el polvo interestelar posee una abundante cantidad de bacterias. El polvo que todos conocemos aquí en nuestro planeta es el que sí contiene este tipo de microorganismos. Hace poco, la astronave Stardust en su sobrevuelo por el cometa Wild 2, utilizando un conjunto de placas de aerogel (material que también se conoce como humo congelado) montadas sobre un brazo de dicha nave, logró recolectar gas y polvo. Los estudios de estas muestras nunca revelaron actividad microbiana. Este es uno de los experimentos más modernos que viene a refutar la tesis del polvo bacteriano interestelar, aunque hay muchos más. Con respecto a las bacterias que supuestamente entran a nuestra atmósfera día con día, pienso que la fricción atmosférica genera un calor de tal magnitud que eliminaría fácilmente a este tipo de microorganismos. Un problema es que me parece que los autores nunca trataron de apoyar su tesis con una argumentación más profunda sobre la posible existencia de esporas bacterianas que podrían llegar a nuestro planeta.

Otro de los argumentos que me dejó sumamente decepcionado, fue cuando los autores señalan que en cualquier lugar en donde se detecte material orgánico, es porque indiscutiblemente hay vida. Bueno, a mí me enseñaron en mi clase de Origen de la vida que en los experimentos de Miller se obtuvo material orgánico a partir de elementos y compuestos que consideramos inorgánicos y ese material no tenía muestra de microorganismos. Además, regresando a las muestras recogidas por la Stardust, la obtención de dos moléculas en el polvo recolectado, la metilamina y la etilamina, son evidencia de material orgánico y no la afluencia de eubacterias ni arqueas. Hay más pruebas en contra al respecto, mas esta información reciente me parece que contradice las tesis de los autores.

En el libro también se menciona que las bacterias y los virus que supuestamente habitan en los asteroides y cometas, son los responsables de las enfermedades que azotan a la humanidad. Se menciona que el virus del SIDA es un mal extraterrestre que cayó a nuestro planeta (creo que esta aseveración se une a los dos mitos clásicos sobre el origen de esta enfermedad: el castigo divino y el proyecto militar) Me resisto a creer todo esto por la sencilla razón de que los virus carecen de vida independiente y necesitan de un huésped para desarrollarse y reproducirse. El SIDA, hasta donde la investigación indica, es producto de un proceso evolutivo y no de un oscuro plan de control demográfico como muchos han sugerido. Con respecto a las bacterias que causan enfermedades a personas comunes y corrientes, se sabe que éstas difícilmente sobrevivirían al vacío y a la radiación ultravioleta (rayos UV) Si bien podrían existir procariotas que habitaran en el espacio, estos serían los extremófilos clásicos como las arquebacterias. Esto es algo que nunca mencionan los autores. Es posible (como se señala en el libro) que existan microorganismos que tengan mecanismos de regulación al por mayor para evitar serias mutaciones y así poder sobrevivir; sin embargo, ese no es el caso de los microbios que afectan a los humanos. La idea de que cualquier bacteria que causa enfermedades en los humanos provenga de un ambiente con tanta radiación UV como el espacio exterior, me genera muchas dudas por cuanto en los hospitales la esterilización mediante la radiación es bastante efectiva para eliminar estos organismos.

Otra de las cosas que me llama la atención de este texto es una interesante crítica a las teorías de Oparin. Asimismo, el lector se encuentra con una imparcialidad apabullante cuando Hoyle critica con fervor tanto la teoría del Big-Bang como su propia teoría del estado fijo o estacionario. Mas esa imparcialidad se pierde cuando después de exponer sus supuestas pruebas, los autores caen en el aquel de que yo solo tengo la razón; si no me creen, allá ustedes, pero las pruebas son irrefutables. Esta argumentación que acompaña gran parte del libro, desgraciadamente se asemeja mucho a la de los charlatanes que criticaba con antelación. La ciencia no es la verdad absoluta, mas funciona muy bien y ha mejorado nuestra calidad de vida. Si no es una democracia, al menos se asemeja mucho a ésta en cuanto al papel de la comunidad científica para demostrar algo. No porque el gran Fred Hoyle llegue y argumente con total contundencia algo, esto será un hecho. Tiene que pasar por un control de calidad representado en la misma comunidad científica. Mientras se generen más evidencias que refuten las tesis de los autores, considero que las hipótesis expuestas en este librito podrán ser desechadas, aunque habrán servido a la ciencia para ver cuál es el camino que no se debe tomar a la hora de tratar de arrancarle a la naturaleza sus secretos.


Publicado originalmente en El Sitio de Ciencia-ficción.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Reconsiderando la divulgación de la ciencia


Hay dos opciones para todo aquel estudiante que se desee dedicar a la ciencia: la investigación y la divulgación. La investigación consiste en hacer preguntas a la naturaleza, establecer una metodología científica a seguir, confirmar los nuevos descubrimientos con la evidencia que hay y finalmente publicar un artículo (conocido técnicamente como paper) en alguna revista especializada. A diferencia de esto, la divulgación implica el manejo efectivo de los temas científicos que van apareciendo, la habilidad para transmitir la información en algún medio de comunicación (por ejemplo, prensa escrita) y un gran gusto por contagiar al público el quehacer de la ciencia. Hasta aquí todo suena muy sencillo y tal parece que estas dos actividades conviven sin mayor conflicto... Desgraciadamente no sucede así.

El principal problema viene del aparente repudio de muchos investigadores y estudiantes hacia la divulgación y hacia los mismos divulgadores. Si bien los primeros admiten que es necesario comunicar al público sus descubrimientos, desgraciadamente no cuentan en la mayoría de los casos con las herramientas y el talento necesarios para llevar a cabo tan loable labor. Asimismo, quienes le entran a la divulgación y le encuentran el gusto, a veces descuidan su investigación al grado de terminar dedicándose a la divulgación de la ciencia por completo. Ejemplos clásicos: Carl Sagan e Isaac Asimov.

Aunque me parece que no siempre hay que ser tan duros: la investigación requiere en ocasiones mucha dedicación. Los científicos no son sujetos que se la pasan toda la madrugada rodeados de matraces y tubos de ensayo con sustancias extrañas y exóticas; no son sujetos sin vida social y sin pareja que desperdician su vida, sino seres humanos de carne y hueso que sienten, lloran, aman, tienen familias, etc. En este sentido, su investigación es su trabajo y su medio de subsistir. Se les evalúa basándose en el número de artículos publicados en las revistas arbitradas y si este número decrece, la sospecha de quienes los evalúan aparecerá de manera bastante incómoda. Así pues, su trabajo es hacer investigación y no les queda de otra: si llegan a escribir algún artículo de divulgación, este aparecerá esporádicamente y no representará más que un orgullo para quien lo escribió. Esto sucede debido a que en nuestro país (y en muchos otros) a estos investigadores nunca se les evaluará en función de los artículos de divulgación que publiquen.

Quizás este sea el motivo por el que se desprecia a la divulgación. En las facultades donde se forma a los futuros científicos la divulgación de la ciencia está muy mal vista. Toda persona que quiera dedicarse o ya esté trabajando en este medio se le considera una especie de inadaptado que nunca pudo conseguir trabajo en algún laboratorio. Se cree que la ciencia sólo requiere de investigadores que lleguen a una formación plena, que hagan doctorados y que manejen alguna línea de investigación más que interesante. Ideas como éstas abundan en lugares como la Facultad de Ciencias de la UNAM y es necesario empezar a cambiarlas. Quien se expresa de esta manera está olvidando que la ciencia es una actividad creativa humana que debe ser informada al resto del público; quien expresa esta opinión condena a la misma ciencia a convertirse en lo que Sagan llamaba un sacerdocio cerrado, muy difícil y arcano, de difícil comprensión para el ciudadano promedio. Sin la divulgación de la ciencia, se condena a la sociedad a ser víctima de charlatanes y creencias sin fundamento. Pero sobre todo, se condena a la misma ciencia a permanecer en una torre de marfil en donde sólo quien se dedique a ella es digno de adquirir y manejar el conocimiento.

Por eso hay que salir en defensa de los divulgadores de la ciencia. Es necesario que un gran porcentaje de los alumnos de alguna carrera científica opte por este camino. Los divulgadores son especialistas y a su vez científicos que sólo tienen un laboratorio: su memoria y su creatividad para comunicar a la sociedad los nuevos descubrimientos. Aunque tampoco hay que exagerar y proclamar que necesitamos solamente divulgadores: si esto sucede llegará el día en que éstos no tengan qué comunicar al público.

Las propuestas son sencillas: que el comité que evalúa a los investigadores tome en cuenta y exija a éstos no sólo cierto número de artículos especializados, sino también un número adecuado de artículos de divulgación y que se empiece a generar conciencia en los futuros científicos sobre la importancia de la divulgación y los divulgadores. Quizás de esta manera se pueda convencer al público que la ciencia es una herramienta que genera conocimiento confiable y de acceso para todos.

miércoles, 28 de enero de 2009

Una teoría de los equilibrios puntuados


Es posible encontrar teorías evolutivas alternas al llamado Neodarwinismo que vienen a generar toda una serie de discusiones y polémicas que alborotan a más de un evolucionista. En este sentido, la Teoría de los equilibrios puntuados viene a ser una explicación sólo parcialmente aceptada.

Todo comienza con una frase originalmente enunciada por Linneo y que cautivaría poderosamente a Darwin: Natura non facit saltum. Ya había una tradición a favor de que algunos seres vivos generan nuevos organismos mediante cambios bruscos o saltos. Linneo y Darwin rechazan esta postura saltacionista y este último dedica en El Origen de las Especies algunos comentarios.

En el libro mencionado, Darwin menciona algunos autores prácticamente desconocidos que apoyan los cambios repentinos en las especies. El argumento contundente que rechaza estas ideas es la imperfección del registro fósil. No es que las especies hayan cambiado bruscamente a través del tiempo, sino que las reservas geológicas de organismos que existieron en el pasado no son una muestra fiel de todas las formas de vida que han existido.

Gente como Richard Goldschmidt, a pesar de las críticas, mantuvo sus ideas saltacionistas toda su vida, aunque nunca pudo amparar con la menor evidencia sus hipótesis sobre las altas tasas de especiación en los organismos en parte a que no contaba para su época con evidencia genética a su favor.

Hubo durante años gran cantidad de oponentes al Neodarwinismo, desde el abogado gritón y grosero de Leon Croizat con su interesante y a veces eficiente Panbiogeografía, hasta los mutacionistas y neolamarckistas que deseaban imponer sus opiniones. No fue hasta que llegó La Teoría de los Equilibrios Puntuados que la verdadera discusión se disparó.

En 1972, en la revista Models in Paleobiology, Niles Eldredge y Stephen Jay Gould venían a publicar una teoría cuyo marco teórico estaba fuertemente amparado en la evidencia fósil. La comunidad científica no dudó en entrar al debate.

La teoría en sí postula que las especies están sometidas a largos periodos de estasis (ausencia de modificaciones en periodos de tiempo largos) en donde éstas no sufren cambios aparentes en sus fenotipos (su apariencia externa). Sin embargo, existen altas tasas de mutación y especiación que en ciertos momentos vendrán a producir nuevas especies muy diferenciadas de sus ancestros; estos cambios vendrán acompañados nuevamente de otros largos periodos de estasis.

Gould y Eldredge basan sus observaciones en la disponibilidad del registro fósil. Según ellos, no existen especies intermedias. Asimismo, el mencionado registro no posee huecos y muestra de manera contundente como los equilibrios puntuados (breves periodos en donde hay altas tasas de especiación dentro de la estasis) han actuado a lo largo de la vida en la historia de la Tierra.

Un punto fuerte de su teoría es que en la filogenia (historia evolutiva y de parentesco) de los organismos es posible detectar la anagénesis (cambios en las filogenias que la mayoría de los evolucionistas señalan que no es posible observar). El proceso evolutivo, dicen estos autores, no es gradual, sino un tanto irregular. Los cambios en las especies varían en función de factores intrínsecos y extrínsecos.

Otro punto debatible son las tendencias evolutivas y los distintos sesgos en periodos de vida de los organismos. Los equilibrios puntuados explican los procesos microevolutivos (a nivel de genes, individuos y poblaciones) y por tanto los macroevolutivos (a nivel de especies).

Los autores han sido acusados de saltacionistas. Sin embargo, ellos mismos declararon en su momento que también eran gradualistas, aunque opinan que este gradualismo que apoyaban no tiene por qué ser constante.

Richard Dawkins ha sido uno de los activistas pro-Darwin más importantes. En el libro El Relojero Ciego, Dawkins apoya el gradualismo manejado por Gould, pero cuestiona si la teoría tendrá verdaderos efectos tanto a nivel microevolutivo como macroevolutivo. Esta duda es apoyada por los principales expertos Neodarwinistas.

Otra de las principales críticas proviene de los biólogos evolutivos neutralistas (aquellos que arguyen que la mayoría de las mutaciones son neutrales, es decir, que no afectan a los organismos). Según ellos, las bajas tasas de mutación y la actividad neutral de cada una de éstas dificultaría que se llevaran a cabo las altas tasas de especiación.

Los altos equilibrios o periodos de estasis serían resultados no de la nula actividad del material genético, sino del papel tan fuerte de la Selección Estabilizadora (un tipo de Selección Natural en la cual se favorecen los individuos con características dictadas por los genotipos heterócigos).

El registro fósil, la más fuerte evidencia de la teoría, es muy incompleto y, al contrario de lo que argumentaba Gould, sí presenta grupos intermedios tal como Archaeopteryx lithographica y una gran cantidad de mamíferos con caracteres reptilianos encontrados por paleontólogos en África. Lo que se tiene de fósiles son las partes duras de los organismos y las impresiones que algunas de éstas han dejado. En este sentido, al no contar con muchos registros de invertebrados que digamos (y como consecuencia, el registro fósil no muestra todos los organismos que han existido) la evidencia más fuerte de la teoría se desbalancea.

Actualmente, podemos encontrar críticas filosóficas y epistemológicas sobre la Teoría de los Equilibrios Puntuados. Éstas consideran la teoría como una construcción ingeniosa, aunque desprestigiada debido a lo endeble de su marco teórico.

Hasta aquí se podría quedar esta revisión, pero estudios recientes han retomado esta teoría debido a que se ve verificada en algunos casos por la Genética de Poblaciones (el estudio de los cambios genéticos que dan variabilidad a los organismos de la misma especie). En este sentido, hay excepciones en donde la teoría explica satisfactoriamente algunos casos descritos en Microevolución. Esto ha provocado que alguno puntuacionistas arguyan que si ocurre en Microevolución, esto acarreará efectos a nivel Macroevolutivo, situación que ha generado polémica.

No se ha observado en la mayoría de los casos que los fenómenos microevolutivos acarreen hechos macroevolutivos. Se ha discutido esto desde nivel genético, evolutivo y hasta filosófico y se ha llegado al consenso de que en muchos casos la microevolución no conduce forzosamente a la macroevolución. Por lo tanto, los equilibrios puntuados no explican los procesos evolutivos a nivel macro.

Debido a lo mencionado con antelación, la teoría de Gould y Eldredge ha sido clasificada como una teoría de rango medio. Su explicación de algunos fenómenos microevolutivos pero su incapacidad para explicar los fenómenos macroevolutivos le ha valido esta clasificación.

Para finalizar, la teoría es un buen intento alternativo al Neodarwinismo para tratar de explicar los procesos evolutivos y ha resultado útil en algunos pequeños aspectos de la Genética de Poblaciones. Quizás al final sirva más como complemento a las teorías evolutivas actuales que como teoría rival o alternativa.

martes, 13 de enero de 2009

¿Por qué creemos en los OVNIs?




¿Cree usted en los OVNIs? Esta pregunta lleva intrínsecamente una marcada relación con la creencia (bastante extendida) de que somos visitados por seres extraterrestres. Creo que la culpa se la lleva gente como Jaime Maussán al gritar a los cuatro vientos que objetos extraños que surcan los cielos son prueba irrefutable de la presencia alienígena en la Tierra.

El primer problema que surge a la hora de entender los miles de reportes a lo largo y ancho del mundo, es la falta de fiabilidad por parte de los testigos. Tenemos siempre a gente hablando sobre extrañas luces en el cielo o extraños fenómenos atmosféricos que son interpretados de una manera equivocada y casi siempre son maquillados para darle más dotes de misterio.

Desde el punto de vista científico, no hay pruebas contundentes que nos hagan creer que somos visitados por seres de otros planetas. La mayoría de los reportes pecan de especulativos. Tenemos a ciertas personas que vieron algo. Muchas veces, fenómenos como rayos de bola, globos sonda, meteoritos, transbordadores espaciales, aviones, etc., vistos desde perspectivas y ángulos bastante incómodos, llevan a los testigos a dar sus reportes OVNI. Y eso es solo un aspecto del asunto: No sabemos el número de personas que realmente no han visto nada y se inventan una historia sobre avistamientos para ganarse sus minutos de fama.

Sin embargo, hay todavía algunos extraños fenómenos que no tienen una explicación inmediata. Hace años me tocó ver una especie de meteorito a plena luz del día. En las noticias hubo un reporte de este fenómeno, mas cuando se preguntó al Instituto de Astronomía de la UNAM sobre el asunto, la respuesta fue sencilla: No se tienen datos sobre la posible caída de algún meteorito sobre la ciudad de México. Este tipo de fenómenos tan extraños puede que valgan la pena estudiarse. Quizás hay aspectos de nuestra propia atmósfera que no entendemos o que la ciencia tiene ideas vagas al respecto. Es posible que los físicos tuvieran mucho que decirnos sobre estos nuevos y curiosos acontecimientos atmosféricos.

Siempre he insistido en que los OVNIs son un fenómeno que sí existe y que tiene sus orígenes en fenómenos naturales terrestres. Que todo tipo de gente explote estos temas bajo la falsa lupa de las visitas extraterrestres es una situación más relacionada con la pseudociencia. Hay personas que se hacen llamar ufólogos; por consiguiente, estudiarían los fenómenos anteriormente descritos. Este no es el caso. Vemos a estas personas aparecer en televisión malinterpretando (a propósito en la mayoría de los casos) las evidencias en vídeo o las anécdotas para asegurar categóricamente que los marcianos llegaron ya. Hay mucha gente que les cree, regularmente personas con una incultura científica bastante marcada al grado de que si alguien dice palabras que suenan científicas aunque no lo sean, éstas se creerán sin mayor discusión.

Algo muy divertido es cuando se escucha a los "ufólogos" decir que los vídeos y supuestos análisis de algún caso de OVNIs son pruebas irrefutables que amparan la visita extraterrestre. Lo curioso que si los conocimientos científicos no son irrefutables, menos lo será un vídeo (posiblemente trucado) de algún platillo volador.

¿Cómo trabajan estos “ufólogos”? Regularmente lo que hacen es mezclar palabras científicas con especulaciones para dar a entender que los E.T.s ya rondan por aquí. Muestran en programas de variedades que buscan tener raiting vídeos bastante dudosos sobre alguna supuesta nave espacial, fotografías ambiguas y algo borrosas que fácilmente pueden fabricarse por cualquier aficionado, casos de contactados que sólo platican su experiencia sin mayor prueba material que valga la pena ser estudiada, etc. Este tipo de personas nunca se acerca a la comunidad científica debido a lo endeble de las pruebas mostradas. Asimismo, manejan argumentos autoritarios al decir que si alguien no cree en lo que dicen, es una persona necia y cerrada (esta argumentación funciona muy bien para que el negocio no se les hunda) y gritan sin moderación que existen conspiraciones en cada esquina para ocultar lo que ellos llaman la verdad.

¿Por qué este tipo de personas se enriquece día con día con bastante éxito? Es muy sencillo. A mucha gente le atraen los temas acerca de la vida extraterrestre. Desean de corazón que seamos visitados por inteligencias superiores. Yo veo en estas personas un profundo interés por la ciencia, aunque buscan en el lugar equivocado. Asimismo, podría ser que tienen un gusto aún no descubierto por la ciencia-ficción y todavía no se han dado cuenta que este género literario les puede ofrecer historias mucho mejor construidas que las que pregonan los “ufólogos”.

Dice el psiquiatra y psicoanalista suizo Carl Gustav Jung que la creencia generalizada en los OVNIs traducidos como visitas extraterrestres son una inclinación de la sociedad hacia el pensamiento mágico e irracional. Y continua: El inconsciente colectivo contendría “arquetipos”, imágenes primitivas, primordiales, a las que se recurre en situaciones como la confrontación con la muerte, o la elección de una pareja, y que se manifiestan en los elementos culturales como la religión, los mitos, los cuentos de hadas, y otras leyendas populares.

Carl Sagan, en El Mundo y sus Demonios nos habla sobre la transformación de las creencias populares. Por ahí se menciona que la creencia en platillos voladores y seres alienígenas habitando entre nosotros es una especie de metamorfosis que sufrieron las creencias en fantasmas, vampiros, hombres lobo, brujas, etc. Con el avance de la astronomía y de las especulaciones de científicos sobre la posibilidad de vida en otros planetas, es posible que las creencias del siglo antepasado tomaran formas más acordes a las ideas científicas más interesantes y especulativas de nuestra época.

Es necesario educar a la población desde la perspectiva científica. La labor de los divulgadores es bastante valiosa, aunque insuficiente. Se necesita una alianza entre los escépticos y la gente de ciencia para educar todavía mejor a la sociedad. Es un hecho que todo ser humano tiene la chispa para maravillarse. Los creyentes la tienen por los temas pseudocientíficos. Es menester formatear y redireccionar esta chispa para que despierte maravilla por los temas verdaderamente científicos.

Conéctate a lo Sobrenatural




¿Te has preguntado alguna vez qué hay de cierto en las historias de fantasmas? ¿Y en los relatos de OVNIs y extraterrestres? Si bien es posible que no estemos solos en el Universo y que existan fenómenos que aún no entendemos, la ciencia nos sugiere que por el momento no hay pruebas sólidas que confirmen que hay vida después de la muerte o que los marcianos llegaron ya.

Hoy por hoy, es común ver por toda la Internet una cantidad apabullante de sitios web donde sin nada de objetividad y con bastante maña supuestos especialistas afirman categóricamente que todo tipo de fenómeno paranormal es ya una realidad. Lamentablemente, un sector muy importante de la población no posee las herramientas racionales necesarias para detectar fraudes; aunque no todo está perdido. Existe un sitio en especial en donde colaboran personas interesadas en el escepticismo y el pensamiento crítico; y con solo entrar a http://www.sobrenatural.net/ encontrarás información muy valiosa acerca de la labor escéptica.

En este espacio, encontrarás tanto frases como humor escéptico, enlaces, eventos, asociaciones que combaten el pensamiento mágico y las pseudociencias, así como los retos y premios que estos mismos grupos ofrecen a cualquier individuo o grupo de individuos que sean capaces de demostrar, bajo condiciones controladas, cualquier poder y/o fenómeno paranormal.

Así pues, en el sitio también encontrarás cosas interesantes como noticias, artículos originales, encuestas, una Enciclopedia escéptica paranormal y un grupo de opiniones donde algunos de los colaboradores expresan sus comentarios en torno a lo sobrenatural desde un punto de vista crítico. Además, puedes formar parte de la comunidad de escépticos en esta página abriendo tu propia cuenta.

Tal vez lo más interesante que posee el sitio son los foros en donde como miembro, puedes dar tu opinión y discutir con los demás miembros sobre temas relacionados a escepticismo, ciencia en general, OVNIs y extraterrestres, adivinación, terapias y teorías alternativas, etc.

Esta página web, creada por Lalo Márquez el 21 de septiembre del 2002, es un gran esfuerzo que junto con varios colaboradores, intenta proporcionar al público las herramientas necesarias para entender el funcionamiento de la ciencia. Una vez que accedas, la introducción de Lalo puede que deje huella en ti: “Sobrenatural.net no tiene por objeto decirte qué pensar, como lo hace la mayoría de los sitios con temas paranormales. El objetivo de Sobrenatural.net es ofrecerte las herramientas para que sepas cómo pensar sobre los temas paranormales”.

viernes, 2 de enero de 2009

Un changuito salido del agua


Hay veces en que al observar la gran biodiversidad existente en nuestro planeta podemos darnos cuenta de la gran similitud entre algunos organismos. Compartimos caracteres muy similares a otros mamíferos. Tal es el caso de las cuatro extremidades que nos caracterizan, las cuales reflejan un parentesco con perros, gatos, ciervos, osos, etc. Esto sugiere que los mamíferos compartimos un ancestro en común. A estos caracteres morfológicos se les conoce como Paralelismos. Aquí se presenta lo que los evolucionistas llaman Homologías.

Pero hay casos que pueden inducir confusión. Tal es el caso entre las aves y los insectos. Sendos organismos presentan alas y pueden volar, aunque esto no quiere decir que hayan derivado del mismo ancestro. Cuando dos especies no emparentadas y con distintos ancestros presentan caracteres morfológicos y funcionales similares, a esto se le conoce como Convergencia. Los biólogos en general denominan esto como Analogías.

Regresaremos más adelante a esto conceptos que ocurren a nivel natural. Mientras tanto, no resisto las ganas de contarles cómo los monos han sido objeto para elucubrar las más disparatadas especulaciones.

Yoko Ono, recordada por todos no por su infumable arte conceptual, sino como la viuda de John Lennon, dice que también le gusta entrarle a la divulgación de la ciencia. En una entrevista hace algunos años, comentaba que científicos de la Universidad de... Bueno, no especificaba de cuál Universidad. Un equipo de trabajo comandado por... Perdón, tampoco mencionaba nombres. El caso es que la señora asombraba a unos periodistas al platicarles que científicos de X Universidad habían comprobado que los chimpancés habían desarrollado la tan quemada Percepción Extrasensorial. Para ser más precisos, esos monitos eran telepáticos. Según Ono, cuando los investigadores veían a los ojos a los bonitos changuitos sentían de repente cómo estos animales experimentales les transmitían pensamientos con respecto a comida, agua, necesidad de pareja, etc. Desgraciadamente, no hay ningún solo estudio que ampare esto y todo indica que la señora se había sacado de la manga el supuesto experimento.

Esto viene a colación por una alternativa evolutiva del origen del ser humano que se hizo un tanto popular no por la contundencia de las evidencias, sino por el ingenio con el que se pueden sacar de la manga ciertas especulaciones.

En 1930, a Alistair Hardy, biólogo marino, se le prende el foco al leer un artículo de Wood Jones sobre el metabolismo de algunos organismos marinos. El texto de inspiración hacía referencia a las reservas de grasa que se almacenan debajo de la piel de los humanos y de algunos cetáceos. Hardy pensaba entonces que estas reservas no se habían encontrado en los demás primates y que los otros seres vivos que presentaban esta característica eran los mamíferos marinos. La chispa de la sorpresa no se hizo esperar: ¿desciende el hombre de organismos similares a simios de origen acuático? Su Teoría del Mono Acuático despertó curiosidad y mucho escepticismo en la comunidad científica cuando fue publicada en la revista The New Scientist 30 años después con el sugerente título de Was man more aquatic in the past? (Marzo, 1960, pp. 642-645)

Cuando la hipótesis parecía de pronto desvanecerse en los abismos del tiempo, Elaine Morgan, exguionista de cine, se pone las botas y retoma la idea para buscar toda evidencia posible que pueda verificarla y acallar a los críticos.

Algunos de los argumentos que la hipótesis maneja son que el ser humano no presenta pelaje en el cuerpo al igual que los mamíferos acuáticos. En este sentido, el hombre no tiene relación con los primates terrestres. En vez de que los antecesores del hombre bajaran de los árboles y perdieran el pelaje corporal para evitar el sobrecalentamiento al habitar la sabana, éstos nunca lo presentaron o lo perdieron en estadios tempranos de la evolución debido a su baja efectividad para el aislamiento térmico. Gracias a esto, vendría a aparecer una capa de grasa subcutánea.

Esta grasa que se acumula debajo de la piel sólo se presenta en animales marinos y en el hombre. Los primates con los que el ser humano está emparentado no presentan esta capa y solamente los mamíferos que hibernan tienen reservas de grasa cerca de los riñones para utilizarse como fuente de energía (un tipo conocido por todos es la grasa parda).

El bipedalismo vendría a representar una gran ventaja en los ambientes marinos. Y es que para poder respirar, el antecesor del hombre tuvo que caminar sobre sus extremidades posteriores para poder sacar la cabeza a flote. Asimismo, el ambiente acuático habría beneficiado el desarrollo de la columna vertebral para la deambulación en dos patas.

El control de la respiración mediante el diafragma y otros mecanismos fisiológicos sólo se presentaría en los humanos y mamíferos marinos y no aparece en los primates. La estructura en forma descendente de la laringe también vendría a ser una característica exclusiva de los dos grupos.

La presencia de lágrimas, glándulas sudoríparas y sebáceas distancia al hombre de los primates terrestres y acerca cada vez más al ser humano con los mamíferos que habitan el mar.

Como argumentos del registro fósil, Morgan comenta que los fósiles de Australopithecus afarensis estuvieron recubiertos por lagos y extensiones del mar. Los restos de Lucy, el ejemplar más famoso de esta especie, fueron encontrados junto con huevos de tortuga y cocodrilo.

El principal problema es que los dos autores mencionados no son paleoantropólogos. Su argumentación se basa en pocas observaciones y en perspectivas estrictamente personales.

Los estudios genéticos actuales muestran un parentesco decisivo entre seres humanos y primates (para ser más precisos, chimpancés y gorilas). No hay pruebas en este sentido que emparenten al hombre con los mamíferos marinos más de lo que ya están emparentados con los mamíferos terrestres.

La evidencia fósil con alguna relación a ambientes dulceacuícolas y marinos puede venir a ser más producto de la coincidencia que de la posibilidad de que los Australopitecinos (que engloba a los diferentes géneros de Australopithecus) hayan salido directamente del agua para poblar la tierra. No se cuenta con evidencia que indique caracteres de adaptación a ambientes marinos (por ejemplo, branquias, extremidades con funciones natatorias, estructuras óseas que indiquen adaptación al agua, etc.).

Muchas de las coincidencias en cuanto a caracteres entre seres humanos y mamíferos marinos pueden bien ser producto de patrones evolutivos tal como la mencionada convergencia de caracteres. Los estudios genéticos señalan que la distancia genética entre los humanos y mamíferos marinos es más amplia que entre los seres humanos y los mamíferos terrestres, así que tales similitudes formarían parte de las llamadas Analogías.

La Teoría del mono acuático surge como una interesante curiosidad, pero hasta ahí. Se requeriría de mayor evidencia para considerarla en serio y mientras eso suceda, habrá que aceptar lo que las pruebas sugieren. Mientras tanto, dejemos en paz a nuestros parientes, los primates, y ya no los bombardeemos con cualidades y características que muy probablemente nunca han tenido.